Aventuras y desventuras del niño centella, de Bill Bryson

Después de un largo descanso de leer y grabar por culpa de acontecimientos de salud, he retomado el escuchar libros con Aventuras y desventuras del niño centella, de Bill Bryson.

Me lo habían recomendado porque era divertido. Y realmente es un libro divertido, con un fino sentido del humor.

La historia está narrada en primera persona. El protagonista nació en el 51, y habla de su infancia, sus primeros años en la escuela primaria, su preadolescencia, sus intereses por la sexualidad, la adolescencia, los últimos cursos estudiados antes de la universidad,… Todo contado muy ameno, de una forma muy precisa y personal.

Tengo que decir que al ir escuchándolo, no es que yo me haya visto reflejada en la vida del niño, claro, pero el niño cuenta una vida en una ciudad del centro oeste de EE.UU. en los años 50 que sí me ha hecho pensar en cómo vivíamos aquí en España.
Hijo de unos padres de clase media, periodistas, el autor revive sus aventuras, el día a día con sus amigos, sus ocurrencias.

Luego cuando llega a ser un niño con una cierta independencia cuenta la vida familiar: la relación con sus abuelos, con sus tíos, con un humor muy satírico. Cuando empieza ya a desplazarse por el pueblo: cines, trampas de niños, lugares que visita con su madre,… y durante todo el libro va describiendo cómo era la ciudad.

Es la época de la llegada de los electrodomésticos en todos los hogares: televisión, frigoríficos, coches,… una cierta comodidad. También fue la época del Baby Boom. Cuenta que nacieron 70 millones de niños en aquella época. Cómo era una América feliz, la inmensa cantidad de fábricas que se crearon sustituyendo a las de armamento que se habían construido durante la guerra y refleja esto, que la Segunda Guerra Mundial fue un gran negocio para América.

Es una vida feliz, idílica, con libertad, con cercanía, con vecinos,… y yo, que ya soy una persona muy madura ya, he visto reflejados estos cambios que cuenta de América en nuestra España. Todos estos cambios que describe el libro se produjeron aquí en la década de los 60.

Reflexión final

El libro termina cuando el protagonista vuelve a su ciudad natal, ya adulto, escritor, y ve su ciudad como puedo ver yo Valencia, mi ciudad, ahora.
¿Dónde están los cines? En las grandes superficies. ¿Dónde están la tiendas? Como aquí, en las grandes superficies. El paisaje de la ciudad, tal y como era en su infancia ha desaparecido. Hasta han desaparecido los niños jugando en las calles, las relaciones de vecinos, todo el mundo encerrado en sus casas.

Otro punto importante es cómo describe a sus amigos, a sus amigos íntimos. Historias graciosas vividas con ellos, y cómo el devenir de la vida los ha llevado por territorios que no se esperaban, unos brillantes y otros menos.

Esta reflexión, algo melancólica, no quita que es un libro muy divertido. Anécdotas muy bien contadas, divertidísimo.

Y tengo que dar la enhorabuena a la Fundación Once y decir que el señor que lo ha leído, lo lee con un estilo muy personal y parece que sea realmente él el niño, el protagonista del libro.

Aventuras y desventuras del niño centella se puede leer en una tarde de invierno o de confinamiento, o simplemente de las que te quedas en casa. Y te deja un estupendo sabor de boca.
De hecho leeré algún otro libro del autor.

Cinco libros para cinco ocasiones

Ahora que termina el verano, largo y accidentado, un verano que he pasado sin buenas lecturas, hago un pequeño listado pensando en libros que he leído en algún momento con ganas. Libros amenos, entretenidos, que recomendaría para distintas ocasiones:

  • Libro de verano: La Dama del Nilo, de Pauline Gedge. Lo leí hace muchos años pero aún lo recuerdo. Me gustó mucho y lo he recomendado muchas veces.
  • Libro de fin de semana: Asesinato en la Universidad, o cualquiera de Markaris.
  • Libro divertido: Pantaleón y las visitadoras, de Vargas Llosa. Este libro lo leímos a la vez varias amigas y nos reímos mucho con él, lo disfrutamos mucho.
  • Libro para prestar: En la orilla, de Rafael Chirbes.
  • Libro para el otoño: La dama del Sur, de Pérez Reverte.

¿Y vosotros, qué libro me recomendáis?

Markaris y la novela mediterránea

Hoy voy a hablar un poco sobre los libros de Petros Markaris.

Lo descubrí de forma casual, en una época en la que yo estaba muy interesada por Grecia.
Aquel invierno de 2013 escuché todas las novelas de Markaris con verdadera ansiedad.

En ellas, presentando siempre un asesinato, el personaje que conduce todas sus novelas es Kostas Jaritos, un inspector de la policía. El enfoque de las novelas siempre es similar: un asesinato, las investigaciones de Jaritos, Jaritos intercalando la investigación con sus problemas familiares. Tiene una hija. La cocina griega, los boquerones con limón, el cordero, las islas, las excursiones, los paseos, los paseos por Atenas, la descripción de los distintos barrios, y siempre un personaje que muere, que después en la trama casi siempre se descubre que ha muerto por un castigo. Un castigo por su vida anterior: constructores que se han enriquecido, defraudadores del fisco, temas relacionados con las guerras griegas,… normalmente son personajes que en el momento de su muerte llevan una vida normal, integrados en la sociedad, pero son razones de tiempos anteriores las que les persiguen.

Se intercalan temas de inmigración, comunidades como los albaneses que tienen mucha presencia en Grecia, o armenios como él.

Todas las novelas de Márkaris me han gustado mucho.
En 2014 participó en Valencia Negra.
Y tuve la ocasión de que me firmara un libro y hablarle de mi admiración por su obra.

Buscando novelas de intriga leí poco después las novelas de Montalbano, de Andrea Camilleri. Me pasó como con Markaris, las escuché todas de un tirón.
Las novelas de Montalbano se sitúan en Sicilia e inevitablemente me recuerdan a las de Jaritos. Asesinatos por temas de drogas, constructores, rencillas de la guerra,… y también las he disfrutado mucho.

Las recomiendo porque a las personas que les guste la novela negra les van a entretener, porque son novelas que representan escenas habituales de la actualidad, y casos que escuchamos todos los días en el telediario. Lo que hace que te metas más en las tramas.

Además de estar muy bien escritas, se leen rápido y son muy amenas.

Con todas estas novelas que estoy leyendo me siento más cómoda que con las novelas de escritores del norte de Europa. Quizás por el carácter, por las situaciones.

Leí la saga Millenium y me pareció muy interesante. Pero reflejaba una sociedad muy cruel y muy complicada. Las escuché con atención pero para pasarlo bien leyendo un libro prefiero a los autores mediterráneos.

Libros para una convalecencia

En 2019 me detectaron un cáncer de pecho y desde primavera hasta entrado diciembre he estado en tratamiento.

Me pilló el diagnóstico leyendo Bajo el volcán, libro que no pude terminar, cosa rara porque suelo terminar todos los libros aunque no me gusten.

Después intenté leer, me dormía, retomaba los audios,…

En septiembre retomé el escuchar libros y busqué libros que me fueran gratos y rápidos de escuchar. Y recurrí a los de siempre.

De Márkaris escuché dos libros:

Próxima estación, Atenas, uno de sus últimos libros, que cuenta un recorrido por Atenas en metro, describiendo estaciones, barrios, cómo eran cuando se instaló el metro, cómo son actualmente.
Y luego otro de su estilo, de asesinatos y misterio, Universidad para asesinos. Este es el clásico de Márkaris. Se suceden una serie de asesinatos en la universidad, y Kostas Jaritos intenta averiguar las razones de los asesinatos, mezclando la trama con imágenes costumbristas, su casa, sus comidas,…

Después escuché dos libros de Andrea Camirelli. Ninguno de los dos es de su inspector Montalbano.

Primero El movimiento del caballo. Como en muchas novelas de Camirelli (y también de Markaris), la historia se desarrolla a partir de un problema en un pueblo: malas contabilidades del grano en un molino, un asunto de faldas, hasta que se resuelve el caso. En este caso se sitúa en un pueblo de Sicilia, en el s. XIX. Un libro entretenido, muy del autor.
Y luego leí un libro completamente distinto. La captura de Macalé narra la historia de un niño en la época de Mussolini. Una sociedad cerrada en la que él es víctima de todos los que le rodean, la conducta de su madre, la conducta de su padre, las conductas sociales, las actividades que le hacen hacer, que él piensa que le convierten en un salvador de la patria pero que realmente lo convierten en un personaje terrible.
Me ha parecido un libro interesante de leer.

El siguiente libro lo descubrí a través de su autora, que me lo recomendó por Twitter. El típico mensaje directo que te llega de la autora porque tú has escrito un tuit con un hashtag. Cristales en el cielo de Manhattan es un libro que tenía buenos comentarios en Twitter pero del que no quise dar mi opinión a la autora cuando lo terminé. Aquí escribo una opinión discreta: si me hubiese decidido a dar mi opinión a la autora le habría dicho que se documentó muy bien para escribir la novela: buscó hechos históricos que pueden ser interesantes en una ficción, desde el naufragio del buque Andrea Doria hasta atentados en la ciudad de Nueva York. Pasando por todos los gánsters, mafias, y clubes de la época; pero la protagonista es demasiado maravillosa, demasiado sexo para mi gusto, demasiado poco creíble… bueno esto es lo que le diría a la autora, pero no se lo voy a decir. Ha sido un libro que no he disfrutado.

Luego leí Yo Julia.
Yo Julia es un libro del mismo estilo de otros de Posteguillo, en el que desarrolla la novela alrededor de la vida de un personaje histórico. Mi marido se ha leído varios, es un autor que le gusta, pero esta era mi primera vez con Posteguillo.
Yo Julia se lee rápido aunque es largo. Está documentado, bien explicadas las dinastías. Me pareció un libro entretenido sin más, un libro actual.

Después leí un libro de Richar Ford, autor del que ya había leído hace un tiempo Canadá, un libro que disfruté muchísimo y que encabeza mi lista de favoritos de 2018.

Entre ellos (Between Them: Remembering My Parents) es la unión de dos relatos escritos con una diferencia de 30 años. En el primero, tras la muerte de su padre, Richard Ford hace un recordatorio en el que narra cómo eran las costumbre de su padre y algunas vivencias. Y en el segundo relato, escrito 30 años después, que son los años que ha sobrevivido su madre a su padre, habla de la relación con su madre, de su vida cotidiana y de cómo termina sus días.
Este libro me llevó a cuando leí Ordesa, de Manuel Vilas. Había oído hablar de él, lo ponían como un superlibro, pero a mí no me gustó tanto.
Encontré un paralelismo entre ambos libros porque en Ordesa el autor habla de su niñez, de sus padres, de la sociedad en la que vivían, y luego cuenta su vida hasta el momento en el que está escribiendo el libro.
Pero sin duda me gusta más el de Richard Ford, porque en Ordesa, a pesar de ser un libro que está muy bien escrito, cercano, que habla de lugares familiares, su pueblo, etcétera, el autor acaba convirtiendo todo en victimismo: Su infancia, su juventud, su trabajo, su vida actual… yo creo que, como dicen algunos, se lo tendría que hacer mirar.

Después leí Sidi de Pérez Reverte. No voy a decir que sea un gran libro, de un gran trabajo, no sé si coincidirá lo que se narra con los hechos reales, pero es un libro que leí a gusto, me gustó y lo escuché de una tirada.

También he leído en esta época Terra Alta, de Cercas. Era el premio Planeta de este año y lo habían casi destripado en la radio y en entrevistas. Toca todos los puntos que puede haber en esta sociedad nuestra a través de la vida de un hombre. Una juventud no bien llevada, la cárcel, problemas familiares, atentados, su matrimonio, un asesinato confuso, un personaje de la guerra civil,… como digo, creo que toca todos los puntos, no se deja ninguno. Se lee rápido, yo diría que un premio Planeta para vender en Navidades, no mucho más.

Después escuché, a trancas y barrancas, Los Romanov, de Simon Sebag Montefiore. Es un libro muy muy documentado, nombres, personajes, describe al detalla la corte alrededor de los zares, de los Romanov. Se me hizo largo. Te van contando sadismo, guerras, hasta que llegas a las últimas épocas de Nicolás II, su vida como zar, el asesinato de su familia,… en esta parte de la novela te acerca más a las cortes europeas, parece que te centras un poco.

Y ahora me he puesto a leer Homo Deus, la segunda parte de Sapiens, de Harari.
Sapiens fue un libro que me gustó, me agarró la primera parte, aunque hablara de cosas que sabes, los Neandertales, los Sapiens. Pero se me hizo pesado cuando entra en la parte del desarrollo del hombre, a partir de la edad moderna, desarrollo económico e industrial,… no sé qué pasará con este.

Sapiens. De animales a dioses. De Yuval Noah Harari

Primero decir que es un libro que me ha costado mucho escucharlo. Tiene muchas páginas y el contenido, en la primera parte que habla de la transición de simios a humanos, es la parte que más me ha convencido.

Me ha gustado no por no conocerla sino por detalles, pe ejemplo cómo el homo sapiens ocupa África, cruza el estrecho llega a Asia, se extiende sobre todo por la zona de indochina. y cómo otra rama de simios evolucionados que corresponde a los neandertales cruzan y ocupan la zona occidental de Europa.

Si no recuerdo mal la evolución de ambas especies fue de forma paralela aunque no hay muchos restos, objetos, que nos digan si eran muy diferentes o no. Pero las dos llegaron a varios descubrimientos, herramientas, evolución hacia un lenguaje, utensilios, y en un momento dado ambas se encontraron. ¿por qué? Quizás el homo sapiens viajaba, se extendió. Lo sabemos por sus utensilios, conchas, utensilios hechos con piedras, y objetos en lugares muy lejanos a su origen.

¿Qué ocurrió con los neandertales? ¿Desaparecieron por alguna enfermedad, porque se cruzaron con el homo sapiens? a través de este libro he llegado a la conclusión de que el neandertal dure tramo importante como el homo sapiens.

Cuentas cosas curiosas como que en nuestro adn encontraríamos una carga genética muy importante del neandertal.

En esta parte nos cuenta cómo el hombre, el homo sapiens, vivió de forma salvaje recolectando frutos secos, setas, frutos,… fue aprendiendo s seleccionar sus alimentos. Nos cuenta que el sapiens era un hombre feliz. Tenía sus necesidades cubiertas, que realmente no morían tan jovenes como se nos ha querido decir, sino que había muchas circunstancias, accidentes, ataque de animales o rotura de huesos, que hacían morir gente muy joven. Pero si no, no morían tan jovenes como podemos pensar.

En esta etapa de miles de años que el libro explica con cuadros y sinopsis, llegamos al hombre que aprende a ser recolector ya ganadero. Que empieza a domesticar animales y a seguir un camino con ellos.

Por otra parte el libro nos habla de culturas antiguas, Mesopotamia, el Ganges.

Y después pasa a los grandes Imperios de la Antigüedad, los Persas, los Romanos, y va intercalando cómo el hombre tiene una necesidad de creer en una divinidad, quizás un más allá. La tormenta pueden ser dioses que protegen árbol puede tener un poder porque le da alimento,… y va pasando a explicar las religiones y sí influencia en el hombre.

Después empieza la Edad Moderna y los grandes descubrimientos, sobre todo el descubrimiento de , la importancia de los distintos países, España con las grandes extensiones que conquista, y luego cómo van adquiriendo poder otros países de Europa cómo Inglaterra, Holanda con la colonización de la parte oriental del mundo y África. Luego el Imperio belga, describiéndolos todos con sus luces y sus sombras.

Llegamos a los grandes movimientos, habla de la cultura, de las distintas formas de política, e de las grandes guerras y de los grandes descubrimientos en las guerras, y llegamos prácticamente la actualidad con los grandes descubrimientos de comunicación, Internet, descubrimientos médicos, militares,…

Y llega al final dejándolo abierto, a dónde vamos a llegar, con los nuevos inventos, las máquinas, sobre cuál va ser nuestra sociedad.

El libro me ha gustado, sobre todo la primera parte, esa parte roma romántica de cómo el hombre fue adquiriendo el lenguaje, las relaciones. Me ha recordado a la saga de El oso cavernario. La autora parece que bebió de las mismas fuentes para describir la vida de los personajes en aquella época.

En un momento dado se me ha hecho lenta la lectura. escucharlo no era fácil. Ha coincidido con las navidades, una época de más vida familiar y menos tiempo para dedicar a escuchar libros y me he perdido un poco.

Pero realmente creo que es un gran libro, un gran trabajo, y además he podido comentarlo con más gente.

Mis top de 2018

Hace unos meses publiqué en Twitter mi ranking de lecturas Top de 2018.

Creo que es el tweet que más repercusión ha tenido de todos los los pocos que he publicado.
Y como 2019 está siendo un poco baldío en esto de buenas lecturas, no he acertado mucho en la selección, o tenía las espectativas muy altas, no lo sé, aquí dejo mi lista de las mejores novelas que escuché el año pasado.

Me acompañaron, me hicieron disfrutar y espero que a quien me lea y se anime con ellas también le gusten:

Mis mejores lecturas de 2018

  1. Canadá, de Richard Ford
  2. La liebre con los ojos color ámbar de Edmund de Waal
  3. Seda Roja de Qiu Xiaolong
  4. Muerte de una heroína roja, también de Qiu Xiaolong
  5. Intemperie de Jesús Carrasco Jaramillo
  6. La tierra que pisamos, también de Jesús Carrasco Jaramillo

Entrevista a Luis Rojas Marcos

El otro día escuché con interés la entrevista que Teresa Viejo hizo a Luis Rojas Marcos, el psiquiatra de Nueva York, y más allá de la presentación del libro que acaba de escribir me resultó muy curioso el relato de su infancia.

Fue un niño al que seguramente hoy habrían diagnosticado algún trastorno de la conducta, pero en aquel tiempo en el que su afición era subir a los tejados de las casas solo escuchaba la queja de su madre, que no sabía qué iba a hacer con aquel niño que no tenía muchos amigos y que con catorce años suspendió todas las asignaturas en la escuela.

Es un relato curioso y entretenido. Comparto aquí el enlace:

Luis Rojas Marcos en La Observadora.

La casa de mi tía Valentina

La casa de mi tía Valentina es una de esas casas de mi infancia y siempre que paso por la zona la recuerdo con añoranza. Por eso he decidido hablar de ella.

Mi tía Valentina vivía al lado del Mercado Central, detrás de la iglesia de Los Santos Juanes en  la calle d’Exarchs, creo que era en el número 2.

En aquella finca en el centro de Valencia, en pleno barrio de Belluters, se habían conocido mis padres. Mi madre servía en uno de los pisos en casa de un médico y mi tía, hermana de mi padre, vivía en la buhardilla de aquel edificio.

Yo supongo que mi tía habría venido durante la guerra a Valencia, mi padre se vino a Valencia cuando terminó la guerra porque tenía aquí a una hermana y allí se conocieron mis padres.

Recuerdo el piso  donde vivía este médico al que yo siempre iba cuando iba a casa de mi tía. Yo entraba y salía con naturalidad, jugaba con alguna de las niñas de la casa, porque mi madre entraba con toda confianza a pasar la tarde, a hablar un rato,…

Aquella era una casa antigua con techos altísimos. Con aquellas escaleras de techos altos con pequeñas esquineras para sentarte a mitad de escalera entre rellano y rellano. Recuerdo la parte de delante con el despacho del médico con lámparas de cristales y una pequeña habitación donde estaba la camilla y que yo recordaba con pánico. Yo era una niña con anginas y siempre que me constipaba venía don Domingo a casa si estaba mala y después siempre pasábamos por aquel gabinete a que me auscultara.

Recuerdo que era una casa con poca luz, patios de luces, una casa muy grande, con el poderío de un médico de la época ya asentado, con sillones de tapicerías que en mi casa no había.

La casa de mi tía

Arriba en el último piso vivía mi tía Valentina, en la buhardilla. Ahora lo recuerdo como un sitio super romántico, al lado de la terraza.

Era el tejado de la vivienda. En la parte de delante la vivienda estaba cubierta por tejado y lo que era la buhardilla pequeñas ventanas que daban a la terraza y la parte de delante del edificio, haciendo la inclinación de un tejado, la terraza de aquella vivienda.

Igual que yo en la calle Roteros no recuerdo torres, aquí sí que las recuerdo, porque mis primas, mis tres primas, pasaban mucho tiempo en aquella terraza. Al lado había tejas de otro edificio. Recuerdo los alambres de tender. Se veían las torres de Los Santos Juanes, iglesia donde se casaron mis padres, y luego se veían todas las cúpulas del mercado, del Mercado Central.

Era un pasillo largo, había un water común a la derecha, un water de aquellos que luego encontré en una escuela, que una compañera mía decía enfadada «es que esto no es un water, es un tiro al blanco». Era un mármol con un agujero. Y luego a la izquierda entrabas y había dos pequeñas habitaciones donde vivía una mujer con su hijo y al fondo vivía mi tía.

Entrabas directamente a un comedor  donde dos de mis primas que eran modistas siempre tenían una mesa interesante para una niña, con telas, tijeras, metros, acerico, que despertaban siempre curiosidad.

El comedor tenía también una zona para guisar y tres habitaciones. Una oscura, cerrada con una cortina y otras dos. Los techos abuhardillados.

De aquella casa recuerdo las torres, la sensación de un tejado, de unos gatos que tenían ellas, que se llamaban Camilo y Cati, tenían también un perro que se llamaba Quisbi. Recuerdo también aquella sensación que tenía yo cuando iba a casa de mi tía y pasaba por la calle de la Bolsería. Siempre que paso cuento y repito que me compraba unos caramelos que eran como unas piedrecitas, que estaban en un frutero. Un poquito más adelante había una casa de frutos secos. Y siempre el viernes, día que mi padre no trabajaba por la tarde, se asaban frutos secos, se compraban almendras, se compraban dulces, el viernes era como el día festivo de mi casa.

Esta era quizás para mí la casa de los abuelos que no vivían en Valencia. Era la casa de mi tía Valentina, una mujer divertida, con carácter, que enviudó joven con sus hijas pequeñas. La recuerdo siempre vistiendo de gris, con zapato abotinado. Y que luego murió  no tan mayor como a mí me parecía que era. La recuerdo con cariño.

Esta casa, en un plan de derribos se tiró. Tenía un patio, una portería pequeña entrando, una gran puerta de patio altísima que cogía hasta lo que era la primera planta, estas viviendas que había no muy altas, como entresuelos, con arco de hierro formando un semicírculo, la escalera de mármol ancha con grandes peldaños. Un edificio antiguo sí, pero pienso que actualmente no se habría tirado porque en Valencia actualmente se han rehabilitado muchas viviendas y no tan bonitas como aquella.

Vista aérea de la calle Exarchs y la Iglesis de los Santos Juanes. El solar es la casa de mi tía

El edificio se declaró en derribo cuando yo tendría unos diez u once años. Se fueron todos los vecinos y después de estar cerrado muchos años cayó parte del edificio y finalmente lo derribaron.

En el solar que se ve en la foto estaba situado el edificio, enfrente de los palacios góticos de los Exarchs, que actualmente y después de mucho tiempo en el olvido se están restaurando.

La otra casa que recuerdo como mía es la casa del pueblo de mis abuelos, en Orea.

Mi casa de la calle Benipeixcar

Después de cinco años viviendo en Benicalap, donde vivimos muy contentos con nuestros vecinos, las amigas del colegio, una época que recuerdo llena de felicidad, pasamos a vivir al piso de la calle Benipeixcar.

Era el año de cuarto, y mi padre había comprado el piso en verano. Este piso le venía mucho mejor que el de Benicalap porque no tenía que coger el tren, solo el tranvía, tenía más tiempo para comer entre trabajo y trabajo, y llegaba más pronto por la noche a casa.
El piso de Benicalap mi padre lo vendió, y entre verano y navidades hicimos el traslado.

Primeros vecinos

La calle Benipeixcar era una calle que se había hecho en una expansión de zona de huerta de la zona de la calle Sagunto, con lo cual fuimos la primera familia en llegar allí a vivir, víspera de Navidades.

El piso de la calle Benipeixcar es un piso de principios de los 60. Un edificio de cuatro plantas, sin ascensor, dos puertas en cada rellano, nosotros vivíamos en el segundo piso.

En este piso viví hasta que me casé y actualmente es mío, lo he heredado de mis padres, y es un piso al que le tengo mucho cariño porque viví muchos años en él, y si en este momento hay una vivienda que es el piso de mis padres para mí, es este, ya que fue la última vivienda en la que yo viví con ellos.
Mis padres en el año 85 o así se cambiaron a vivir a un piso con ascensor.

Este piso tiene una fachada de ladrillo rojo con balcones corridos. Es un piso grande y alegre.

El patio es pequeño. De como era entonces a como es ahora lo veo muy envejecido, pero en su momento era una vivienda bonita.
El patio tenía tres escalones para subir a la escalera, ventanas en los rellanos de la escalera que recibía mucha luz, un solo patio de luces, la vivienda era prácticamente exterior menos dos habitaciones y el baño, orientada al norte la fachada de los balcones, y al sur la zona de la cocina y el comedor, muy soleada.

Entrando, el recibidor era bastante grande, una puerta a la derecha que daba a una habitación, pasabas un pequeño arco de escayola y había a la izquierda un armario empotrado y a la derecha el dormitorio de mis padres. Un largo pasillo donde nos encontrábamos a la izquierda dos dormitorios y un cuarto de baño, y al fondo una puerta por la que se entraba al comedor y del comedor a la cocina, que tiene una galería.
Las habitaciones muy grandes en comparación con el tamaño del comedor.
Desde la primera habitación se salía al balcón.

Los colores de la vivienda

La casa en origen la recuerdo pintada según el estilo que se llevaba, puertas blancas, lacadas, tallas bonitas de escayola, que también había en la casa de Benicalap, con los centros para las lámparas y pintadas en colores vivos.
Recuerdo perfectamente la salita pintada en color naranja, la habitación de mis padres en morado, el recibidor y el pasillo en amarillo, creo que en azul los dormitorios de dentro. Era una casa de colores vivos muy agradables. Luego se transformó cuando llegaron los papeles pintados, luego se volvió a transformar cuando llegaron los estucados, y ahora se han lijado los estucados para volver a ser todo liso, y blanco.

Volviendo al tipo de vivienda que se llevaba, en la entrada había una salita.
El dormitorio de mis padres era muy grande. Nuestro dormitorio era la primera habitación del pasillo, también grande y el segundo era más pequeño. Era un cuarto que se usaba también como trastero, había un baúl, la máquina de coser.
En el cuarto de baño había una de esas medias bañeras que se llevaban entonces. Y el comedor soleado amplio y la cocina también muy soleada, desde donde se salía a la galería.

Qué recuerdo yo de aquella casa

Mi madre trajo sus muebles siguiéndola a ella. En esta vivienda puso mi madre una salita. Ya no era la salita de las cretonas, los pajaritos y las cortinas. Compró una salita que nos costó Dios y ayuda encontrarla a su gusto. Tapizada en amarillo, con un mueble, balancines, aún conservo el mueble y uno de los balancines.
En su habitación su dormitorio de siempre. Cambió solo el armario.
En nuestra habitación también pusimos los muebles de origen de cuando se casó, dormíamos mi hermana y yo. Luego esos muebles se cambiaron por dos camas de estilo mallorquín muy bonitas.

En el comedor pasamos a tener sofás, que antes no teníamos, se pasó a tener frigorífico. En Benicalap teníamos una nevera, qué pena que se tirase. Era de madera, con el clásico serpentín que pasaba el señor vendiendo el hielo, se ponía el hielo en la nevera, se enfriaba el serpentín, había un depósito de agua frío.
Pasamos a tener frigorífico y en el año 65 o así compramos la televisión, y cambió nuestro estilo de vida.

Esta vivienda en la que, no sabría cómo describirla, vivíamos ocho vecinos, la terraza arriba a la que subíamos de vez en cuando a tomar el sol, nunca a tender ropa. Y hoy cuando voy a esta casa la veo tan vieja, el barrio y la gente que vivía en ellos han envejecido me genera cierta pena. No lo digo con menosprecio, hay muchos inmigrantes y esto hace que el barrio haya cambiado también.

Yo seguí yendo al colegio en Benicalap. Hice allí Cuarto y Reválida. Cogía el tren en Marchalenes y bajaba en Benicalap.
Y luego hice Primero de Magisterio en el colegio y ya Segundo me pasé a la Normal.
No sabría qué contar. Esta vivienda no era Benicalap ni los años vividos allí. Conservé por un tiempo a mis amigas de Benicalap, pero como todo en la vida, se fueron diluyendo esas amistades de la infancia y pasé a tener mis amigas en la Normal.

Estas fueron mis casas hasta que me casé, en el año 74. En ellas viví con mis padres todos estos años.
No tengo unos recuerdos del barrio tan marcados como en la calle Roteros y Benicalap, recuerdos de infancia, de jugar, de correr, de niña.

Aparte de estas casas yo quiero recordar también como casas mías la casa de mis abuelos en el pueblo y la casa de mi tía Valentina.