La segunda casa en la que viví fue una vivienda en el barrio valenciano, entonces aún pedanía, de Benicalap.
Vivíamos en la calle Sierra de Agullent número 5.
Como ya he dicho anteriormente creo que nos cambiamos a vivir a aquella casa cuando yo tenía unos nueve años.
Nos cambiamos después del verano. Recuerdo perfectamente que estábamos en el pueblo de vacaciones, mi padre en Valencia trabajando, y cuando vino le dijo a mi madre que había comprado un piso en Benicalap.
Entonces mi madre se llevó un disgusto tremendo, porque el único tío que tenía en Valencia y sus primos vivían en el barrio de Ruzafa, y ella siempre decía que le hubiera gustado vivir por Ruzafa. Así que aquel piso le debió caer como un mazazo.
Como anécdota puedo decir que mis padres en aquellos años en los que se había empezado a edificar, mi padre no quería que viviésemos en la portería, por nosotras, por su carácter.
Recuerdo cuando llegamos del pueblo y al día siguiente cogimos el tren en la estación de FEVE, en la del puente de madera, muy próximo a nuestra casa de la calle Roteros.
Nos subimos al trenet y llegamos a Benicalap. Recuerdo las estaciones perfectamente. Primera estación, el Empalme, segunda estación, Benicalap, tercera estación, Sierra de Agullent. En aquella calle estaba la casa.
Mi madre muy enfadada, cuando llegamos le dijo a mi padre «¿Qué pasa, que has cogido el tren y has llegado hasta donde has podido sacar billete?»
La casa era un edificio típico de los que se construían en aquellos años (55-56). Un edificio de tres plantas, no voy a decir que el de la calle Roteros tuviera un gran señorío, pero no con la planta del edificio de Roteros.
Aquella casa era prácticamente un cuadrado.
Entrabas al edificio por una pequeña puerta de escaleta. Había un picaporte y se abría la puerta con una cuerda y vivíamos en el segundo piso, en la puerta de la izquierda.
Cuando entrabas a la casa había un recibidor y a la izquierda una habitación que mi madre puso de salita. Enfrente del recibidor el dormitorio de mis padres.
A la derecha por un arco de escayola se entraba al comedor y del comedor se entraba a la izquierda a un dormitorio y a la derecha a la cocina, al fondo del comedor había un gran balcón, una galería que daba luz a la estancia. Y en la galería, tal como se edificaba entonces, estaba el cuarto de baño.
En el cuarto de baño, ya habíamos prosperado, en vez de water solo, teníamos ducha.
Era una casa muy alegre porque eran todo ventanas exteriores.
En la zona, en la calle Sierra de Agullent, enfrente de nuestra casa
casa que fue muy importante para mí porque tuve mis amigos de niñez y donde jugué cantidad, había una casa, un chalet, con un gran huerto o jardín y creo recordar que cuando llegamos aún pasaba una acequia pegada a aquel edificio.
Benicalap era un pueblo con todas las características de un pueblo.
La casa, las estancias y los muebles
La casa no tenía pasillo pero era una casa bastante grande. Recuerdo la salita grande, el dormitorio de mis padres muy grande y nuestro dormitorio muy grande para ser un dormitorio secundario.
Era una casa con ventanas, no tenía balcón.
En la habitación de la entrada mi madre puso la salita, cosa que entonces se llevaba mucho, una habitación para estar. Recuerdo perfectamente la mesa camilla, donde en invierno teníamos el brasero, donde, cuando no estaba el brasero, era el sitio ideal de mi hermana y mío para jugar, debajo de las faldas de la mesa camilla.
Mi madre tenía en aquella salita dos sillones de mimbre que ya estaban en la calle Roteros.
Nos habíamos llevado los muebles de la calle Roteros; se los había hecho a mi madre en Gata de Gorgos, que era el pueblo de los señores de la casa donde mi madre estuvo sirviendo y con los que conservábamos una gran amistad, como de familia.
Los sillones eran de mimbre, muy bonitos, y todo estaba con una cretona verde con pajaritos, todo bordeado con una pasamanería de borlitas, la mesa camilla, los cojines de las sillas, una cama mueble plegable de aquellas que había que tenían la falda igual, las cretonas de las ventanas, una pequeña mesa; habíamos prosperado y en vez de repisa teníamos una mesa para el aparato de radio.
En el recibidor había la clásica consola de entonces, con el espejo, dos silla tapizadas con la misma tela que unas cortinas de flores de estilo valenciano que separaban del comedor.
El dormitorio de mis padres con su dormitorio de Roteros. El dormitorio de mis padres y la salita daban a la calle Sierra de Agullent.
Nuestro dormitorio era una habitación larga, grande y desde aquella ventana, como eran todo casas bajas, se veía la huerta y la fábrica de los cementos de la Valenciana de Cementos en Burjassot.
La cocina tenía el típico banco corrido de aquella época, una despensa de granito. Volvemos otra vez a las cortinas de cretona. Y aquí mi madre no guisaba con gas, guisaba con el petróleo que había aparecido. Aquellos hornillos espantosos de petróleo con los que se guisaba.
Fuera estaba el baño con la ducha, el lavabo y el water.
En el comedor estaban los muebles que mi madre se había llevado de Roteros 14. En el tiempo que vivimos en Benicalap mi madre se cambió los muebles, no sé muy bien por qué. Supongo que porque cambió la moda y se llevaban otro estilo de muebles. Había venido un tío mío del pueblo y le dio su comedor y se compró ella uno nuevo. Mucho más bonito el que regaló.
Mi vida en Benicalap, la libertad
Vivimos en esta casa unos 5 años. Fueron unos años muy felices. Yo fui una niña enclenque, con anginas, y en Roteros, aunque los jueves venía una señora a la portería para que pudiésemos ir a Viveros y saliésemos a tomar el sol los domingos, mi padre no tenía otra obsesión que irnos a vivir a un sitio soleado.
Yo recuerdo en Benicalap pasar a la casa de enfrente de una compañera de colegio, pasábamos el día jugando en aquel huerto.
Cambié de colegio y pasé a estudiar en el colegio de Nuestra Señora del Carmen. Las anteriores eran carmelitas, estas eran monjas de la caridad.
En este colegio estuve hasta que hice cuarto de bachiller, si mal no recuerdo
Tengo recuerdos muy agradables de libertad, con las amigas, con los chicos de enfrente, de libertad de ir en autobús a Burjassot al cine (eran dos paradas o tres).
Mi madre siempre protestaba y yo les decía a mis amigos «venid a buscarme que aunque diga que no me dejará ir».
Íbamos al cine Tívoli, al Novedades, alguna vez nos íbamos hasta Godella en el autobús.
Recuerdo aquella libertad de jóvenes, de coger el autobús, ir al cine y volver tan contentos.
Esta fue la segunda vivienda en la que yo he vivido.
Mi padre había buscado esa vivienda por el sol, porque viviéramos libres; quizás era demasiado orgulloso para ser el portero de aquella gente que vivía en la calle Roteros.
Mi padre trabajaba en el cine por la tarde y salía muy tarde por la noche. Dependía de un tranvía y de un tren para llegar a Benicalap. Si luego tenía que estar a las 8 de la mañana en la audiencia las horas de sueño eran pocas, venía a comer corriendo se volvía a ir corriendo a trabajar.
Y volvió a hacer lo mismo que había hecho años antes. Un verano que estabamos en el pueblo vino diciendo que había comprado un piso.
Mi madre se volvió a disgustar.
Había comprado el piso en la calle Benipeixcar número 5, puerta tercera, donde nos cambiamos las Navidades siguientes.
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