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Mi primera casa. El piso de la calle Roteros

Mi primera casa, la casa en la que yo nací, está en la calle Roteros número 14. Está emplazada en pleno barrio del Carmen en un edificio que aún existe.
Supongo que el edificio se construyó después de la guerra. Yo nací en esta casa en el año 46.
Es quizás uno de los edificios más nuevos de la calle, y que además creo que se conserva muy bien.

Es un edificio de 4 plantas, de paredes de ladrillo rojo con balaustradas de cemento blanco y con persianas mallorquinas, que todavía se conservan.

Este edificio tenía su singularidad.
En su planta baja y en la primera había una famosa casa de muebles de Valencia que se llamaba Muebles Peris que en aquellos años de posguerra, de radio, tenía una canción que esta mañana ha salido en la radio y me ha hecho mucha ilusión oirla.

La entrada tiene una puerta negra de hierro que es la puerta original que aún se conserva. Es una puerta bonita, con cristales traslúcidos. El patio es grande. Tenía a media altura un mármol negro bordeándolo. Separando la entrada de la escalera tenía unas puertas de madera con cristales y se accedía por una pequeña puerta que entraba a los bajos de la tienda de muebles y subiendo unos pocos peldaños, a la portería del edificio.
La portería la recuerdo bien, porque mis padres eran los porteros del edificio. Tenía una habitación rectangular bastante grande en comparación con otras porterías que conocía.
Mi madre tenía un banco, no quería hablar de personas pero ya lo estoy haciendo, donde se guisaba con gas y la parte de abajo  del banco estaba cubierta por unas cortinas de cretona de cuadritos. Había una alacena con puertas de cristal, una mesa, unas sillas y una pequeña repisa donde mi madre tenía colocado el aparato de radio.

 

Luego se entraba a un pequeño patio de luces donde recuerdo que estaban los contadores de gas del edificio, y un water.

Se subía la escalera… tenía una barandilla de hierro. Tanto la puerta como la barandilla en aquel año 46, no voy a decir que fueran Art Decó, pero tenían un cierto estilo. Y se subían. Los rellanos del edificio, era un edificio sin ascensor, eran amplios. Había cuatro puertas, dos ventanales amplios en el rellano. Uno de los pisos hacía chaflán con la calle Garcilaso. Recuerdo aquel piso en el que vivía una familia con la que mis padres tenían bastante amistad y donde yo como niña subía como si fuera a casa de mis abuelos.
El piso de la derecha daba a la parte delantera del edificio, y los otros dos, uno era completamente interior y el otro, sus ventanas daban a la calle Garcilaso.

Nosotros vivíamos arriba, sobre el último piso, lo que ahora llamaríamos una buhardilla. Recuerdo aquella vivienda como una vivienda grande, muy grande, y muy alegre.
Tenía un pasillo largo, a la izquierda había un gran ventanal, torcía el pasillo a la derecha un baño. Un baño pequeño, creo que era simplemente un water si no recuerdo mal, también con una gran ventana.
Luego entraba a un comedor bastante amplio. Calculando metros, aquel comedor podía tener perfectamente 25 o 30 metros.
Cuando entrabas, a la derecha una gran ventana y también un banco corrido para guisar con una gran pila de granito. El comedor, un armario empotrado grande al fondo. Y de aquel comedor se entraba a tres dormitorios.
Enfrente el dormitorio de mis padres, en el mismo frente, pero separado por el aparador, la entrada al otro dormitorio donde dormía yo, y al fondo una gran habitación que mi madre tenía prácticamente vacía, solo recuerdo que estaba allí la máquina de coser.
En esta casa, las ventanas de delante daban a un patio de luces y a una gran terraza del edificio. La parte de detrás, desde la ventana de mi habitación y la otra se veía el río. Actualmente no sé si verá, no creo que hayan edificado grandes fincas detrás, pero en aquel momento desde allí se veía el río.

La terraza del edificio

No describiría bien la casa si no hablara de las terrazas.

Como he dicho antes el edificio hacía esquina con cuatro pisos por planta. Las terrazas eran muy grandes. Había dos patios de luces, uno del que ya he hablado cuando describía los rellanos y quizá el encanto de la vivienda es aquella terraza en la que yo tomaba el sol, jugaba.

Desde la terraza que daba a la calle Roteros recuerdo ver las terrazas de los edificios de alrededor, las casetas que remataban las escaleras, los postes metálicos con las cuerdas de tender.

Recuerdo sobre todo, y como una cosa muy lejana, subir a la terraza a ver los castillos de fuegos artificiales para San José. Por aquella época soltaban para fallas un globo. Supongo que desde la plaza del ayuntamiento. Yo recuerdo con ilusión verlo emerger de entre las fincas, asomada a nuestra terraza.

No recuerdo ver campanarios. Supongo que sí se verían, el de la Santa Cruz, el de la iglesia del Carmen, el de San Lorenzo,… pero en mi recuerdo de niña no han quedado las torres de los campanarios.

Desde la parte de detrás de la terraza se veía el rio.
El río era un sitio al que iba con mis amigos de la finca.
Con aquellos botes de casco amarillo de la leche condensada, yo que siempre he sido muy miedosa, cogían ranas, las tapábamos, y luego las soltábamos en la terraza.

Me doy cuenta recordando, que al hablar de estos pisos recuerdo también a la gente, pero no quiero nombrarla porque esto sería muy largo.
En mi edificio, en época de posguerra, vivía gente muy variada. No sé, puede recordar a cualquier novela de Cela, desde la gente muy acomodada, como unos vecinos que sus padres vivían en el edificio emblema de Bancaja, hasta las pobres chicas que cogían puntos de media, bordaban, salían emperifolladas, pero en su casa pasaban grandes apuros, vivían con su madre.
Militares, abogados, allí había un variopinto, pienso que gente de medio pelaje, y mis padres en la portería, quizá vivían con menos apuros que la mayoría de vecinos del edificio.
Mis padres habían llegado a vivir allí por la falta de vivienda en la posguerra y porque a mi padre, por mutilado de guerra, le habían adjudicado aquella vivienda.

Los muebles de la vivienda

Mi madre tenía la portería como era ella, muy repulida, pero yo recuerdo el olor a gas de aquel bajo, sobre todo cuando venía de las vacaciones del pueblo. El olor a gas lo notaba creo que nada más entrar por la puerta.

Arriba mi madre en el pasillo no tenía muebles, y en el comedor tenía unos muebles que ahora, después de que se tiraron, pienso que eran unos muebles bonitos, eran unos muebles que le habían hecho a mano cuando se casó, muy muy estilosos, ya digo era la época del art decó, hechos a medida y sobre todo recuerdo una lámpara preciosa azul que había en el comedor.

Recuerdo las cortinas rojas de encaje de mi habitación y recuerdo la gran cuna que había en la habitación de mis padres, una cuna en la que podía dormir un niño hasta los cinco o seis años. Era una cuna rosa con Bambi pintado.

No sé que más puedo contar de esta casa, quizás el ambiente de la calle Roteros, las tiendas, el colegio al que iba, La Gran Asociación, muy cerca de casa. La parroquia, a la que iba al Catecismo; recuerdo todos los niños en fila entrando por la puerta lateral, recuerdo los pasillos de aquella iglesia, creo que sería capaz aún hoy de llegar al sitio donde dábamos el catecismo.

En esta casa viví hasta que tuve unos nueve años. Después de las Navidades nos cambiamos y nos fuimos a mi segunda casa, en el barrio de Benicalap.