Mi casa de la calle Benipeixcar

Después de cinco años viviendo en Benicalap, donde vivimos muy contentos con nuestros vecinos, las amigas del colegio, una época que recuerdo llena de felicidad, pasamos a vivir al piso de la calle Benipeixcar.

Era el año de cuarto, y mi padre había comprado el piso en verano. Este piso le venía mucho mejor que el de Benicalap porque no tenía que coger el tren, solo el tranvía, tenía más tiempo para comer entre trabajo y trabajo, y llegaba más pronto por la noche a casa.
El piso de Benicalap mi padre lo vendió, y entre verano y navidades hicimos el traslado.

Primeros vecinos

La calle Benipeixcar era una calle que se había hecho en una expansión de zona de huerta de la zona de la calle Sagunto, con lo cual fuimos la primera familia en llegar allí a vivir, víspera de Navidades.

El piso de la calle Benipeixcar es un piso de principios de los 60. Un edificio de cuatro plantas, sin ascensor, dos puertas en cada rellano, nosotros vivíamos en el segundo piso.

En este piso viví hasta que me casé y actualmente es mío, lo he heredado de mis padres, y es un piso al que le tengo mucho cariño porque viví muchos años en él, y si en este momento hay una vivienda que es el piso de mis padres para mí, es este, ya que fue la última vivienda en la que yo viví con ellos.
Mis padres en el año 85 o así se cambiaron a vivir a un piso con ascensor.

Este piso tiene una fachada de ladrillo rojo con balcones corridos. Es un piso grande y alegre.

El patio es pequeño. De como era entonces a como es ahora lo veo muy envejecido, pero en su momento era una vivienda bonita.
El patio tenía tres escalones para subir a la escalera, ventanas en los rellanos de la escalera que recibía mucha luz, un solo patio de luces, la vivienda era prácticamente exterior menos dos habitaciones y el baño, orientada al norte la fachada de los balcones, y al sur la zona de la cocina y el comedor, muy soleada.

Entrando, el recibidor era bastante grande, una puerta a la derecha que daba a una habitación, pasabas un pequeño arco de escayola y había a la izquierda un armario empotrado y a la derecha el dormitorio de mis padres. Un largo pasillo donde nos encontrábamos a la izquierda dos dormitorios y un cuarto de baño, y al fondo una puerta por la que se entraba al comedor y del comedor a la cocina, que tiene una galería.
Las habitaciones muy grandes en comparación con el tamaño del comedor.
Desde la primera habitación se salía al balcón.

Los colores de la vivienda

La casa en origen la recuerdo pintada según el estilo que se llevaba, puertas blancas, lacadas, tallas bonitas de escayola, que también había en la casa de Benicalap, con los centros para las lámparas y pintadas en colores vivos.
Recuerdo perfectamente la salita pintada en color naranja, la habitación de mis padres en morado, el recibidor y el pasillo en amarillo, creo que en azul los dormitorios de dentro. Era una casa de colores vivos muy agradables. Luego se transformó cuando llegaron los papeles pintados, luego se volvió a transformar cuando llegaron los estucados, y ahora se han lijado los estucados para volver a ser todo liso, y blanco.

Volviendo al tipo de vivienda que se llevaba, en la entrada había una salita.
El dormitorio de mis padres era muy grande. Nuestro dormitorio era la primera habitación del pasillo, también grande y el segundo era más pequeño. Era un cuarto que se usaba también como trastero, había un baúl, la máquina de coser.
En el cuarto de baño había una de esas medias bañeras que se llevaban entonces. Y el comedor soleado amplio y la cocina también muy soleada, desde donde se salía a la galería.

Qué recuerdo yo de aquella casa

Mi madre trajo sus muebles siguiéndola a ella. En esta vivienda puso mi madre una salita. Ya no era la salita de las cretonas, los pajaritos y las cortinas. Compró una salita que nos costó Dios y ayuda encontrarla a su gusto. Tapizada en amarillo, con un mueble, balancines, aún conservo el mueble y uno de los balancines.
En su habitación su dormitorio de siempre. Cambió solo el armario.
En nuestra habitación también pusimos los muebles de origen de cuando se casó, dormíamos mi hermana y yo. Luego esos muebles se cambiaron por dos camas de estilo mallorquín muy bonitas.

En el comedor pasamos a tener sofás, que antes no teníamos, se pasó a tener frigorífico. En Benicalap teníamos una nevera, qué pena que se tirase. Era de madera, con el clásico serpentín que pasaba el señor vendiendo el hielo, se ponía el hielo en la nevera, se enfriaba el serpentín, había un depósito de agua frío.
Pasamos a tener frigorífico y en el año 65 o así compramos la televisión, y cambió nuestro estilo de vida.

Esta vivienda en la que, no sabría cómo describirla, vivíamos ocho vecinos, la terraza arriba a la que subíamos de vez en cuando a tomar el sol, nunca a tender ropa. Y hoy cuando voy a esta casa la veo tan vieja, el barrio y la gente que vivía en ellos han envejecido me genera cierta pena. No lo digo con menosprecio, hay muchos inmigrantes y esto hace que el barrio haya cambiado también.

Yo seguí yendo al colegio en Benicalap. Hice allí Cuarto y Reválida. Cogía el tren en Marchalenes y bajaba en Benicalap.
Y luego hice Primero de Magisterio en el colegio y ya Segundo me pasé a la Normal.
No sabría qué contar. Esta vivienda no era Benicalap ni los años vividos allí. Conservé por un tiempo a mis amigas de Benicalap, pero como todo en la vida, se fueron diluyendo esas amistades de la infancia y pasé a tener mis amigas en la Normal.

Estas fueron mis casas hasta que me casé, en el año 74. En ellas viví con mis padres todos estos años.
No tengo unos recuerdos del barrio tan marcados como en la calle Roteros y Benicalap, recuerdos de infancia, de jugar, de correr, de niña.

Aparte de estas casas yo quiero recordar también como casas mías la casa de mis abuelos en el pueblo y la casa de mi tía Valentina.

 

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