Rótulo calle de Exarchs

La casa de mi tía Valentina

La casa de mi tía Valentina es una de esas casas de mi infancia y siempre que paso por la zona la recuerdo con añoranza. Por eso he decidido hablar de ella.

Mi tía Valentina vivía al lado del Mercado Central, detrás de la iglesia de Los Santos Juanes en  la calle d’Exarchs, creo que era en el número 2.

En aquella finca en el centro de Valencia, en pleno barrio de Belluters, se habían conocido mis padres. Mi madre servía en uno de los pisos en casa de un médico y mi tía, hermana de mi padre, vivía en la buhardilla de aquel edificio.

Yo supongo que mi tía habría venido durante la guerra a Valencia, mi padre se vino a Valencia cuando terminó la guerra porque tenía aquí a una hermana y allí se conocieron mis padres.

Recuerdo el piso  donde vivía este médico al que yo siempre iba cuando iba a casa de mi tía. Yo entraba y salía con naturalidad, jugaba con alguna de las niñas de la casa, porque mi madre entraba con toda confianza a pasar la tarde, a hablar un rato,…

Aquella era una casa antigua con techos altísimos. Con aquellas escaleras de techos altos con pequeñas esquineras para sentarte a mitad de escalera entre rellano y rellano. Recuerdo la parte de delante con el despacho del médico con lámparas de cristales y una pequeña habitación donde estaba la camilla y que yo recordaba con pánico. Yo era una niña con anginas y siempre que me constipaba venía don Domingo a casa si estaba mala y después siempre pasábamos por aquel gabinete a que me auscultara.

Recuerdo que era una casa con poca luz, patios de luces, una casa muy grande, con el poderío de un médico de la época ya asentado, con sillones de tapicerías que en mi casa no había.

La casa de mi tía

Arriba en el último piso vivía mi tía Valentina, en la buhardilla. Ahora lo recuerdo como un sitio super romántico, al lado de la terraza.

Era el tejado de la vivienda. En la parte de delante la vivienda estaba cubierta por tejado y lo que era la buhardilla pequeñas ventanas que daban a la terraza y la parte de delante del edificio, haciendo la inclinación de un tejado, la terraza de aquella vivienda.

Igual que yo en la calle Roteros no recuerdo torres, aquí sí que las recuerdo, porque mis primas, mis tres primas, pasaban mucho tiempo en aquella terraza. Al lado había tejas de otro edificio. Recuerdo los alambres de tender. Se veían las torres de Los Santos Juanes, iglesia donde se casaron mis padres, y luego se veían todas las cúpulas del mercado, del Mercado Central.

Era un pasillo largo, había un water común a la derecha, un water de aquellos que luego encontré en una escuela, que una compañera mía decía enfadada «es que esto no es un water, es un tiro al blanco». Era un mármol con un agujero. Y luego a la izquierda entrabas y había dos pequeñas habitaciones donde vivía una mujer con su hijo y al fondo vivía mi tía.

Entrabas directamente a un comedor  donde dos de mis primas que eran modistas siempre tenían una mesa interesante para una niña, con telas, tijeras, metros, acerico, que despertaban siempre curiosidad.

El comedor tenía también una zona para guisar y tres habitaciones. Una oscura, cerrada con una cortina y otras dos. Los techos abuhardillados.

De aquella casa recuerdo las torres, la sensación de un tejado, de unos gatos que tenían ellas, que se llamaban Camilo y Cati, tenían también un perro que se llamaba Quisbi. Recuerdo también aquella sensación que tenía yo cuando iba a casa de mi tía y pasaba por la calle de la Bolsería. Siempre que paso cuento y repito que me compraba unos caramelos que eran como unas piedrecitas, que estaban en un frutero. Un poquito más adelante había una casa de frutos secos. Y siempre el viernes, día que mi padre no trabajaba por la tarde, se asaban frutos secos, se compraban almendras, se compraban dulces, el viernes era como el día festivo de mi casa.

Esta era quizás para mí la casa de los abuelos que no vivían en Valencia. Era la casa de mi tía Valentina, una mujer divertida, con carácter, que enviudó joven con sus hijas pequeñas. La recuerdo siempre vistiendo de gris, con zapato abotinado. Y que luego murió  no tan mayor como a mí me parecía que era. La recuerdo con cariño.

Esta casa, en un plan de derribos se tiró. Tenía un patio, una portería pequeña entrando, una gran puerta de patio altísima que cogía hasta lo que era la primera planta, estas viviendas que había no muy altas, como entresuelos, con arco de hierro formando un semicírculo, la escalera de mármol ancha con grandes peldaños. Un edificio antiguo sí, pero pienso que actualmente no se habría tirado porque en Valencia actualmente se han rehabilitado muchas viviendas y no tan bonitas como aquella.

Vista aérea de la calle Exarchs y la Iglesis de los Santos Juanes. El solar es la casa de mi tía

El edificio se declaró en derribo cuando yo tendría unos diez u once años. Se fueron todos los vecinos y después de estar cerrado muchos años cayó parte del edificio y finalmente lo derribaron.

En el solar que se ve en la foto estaba situado el edificio, enfrente de los palacios góticos de los Exarchs, que actualmente y después de mucho tiempo en el olvido se están restaurando.

La otra casa que recuerdo como mía es la casa del pueblo de mis abuelos, en Orea.

2 comentarios sobre “La casa de mi tía Valentina”

  1. Mamá, tienes razón, actualmente no se habría derribado. He estado buscando información al respecto y el derribo del edificio está dentro del plan de ampliación de la Avda del Oeste, que pretendía cruzar desde la Plaza de San Agustín hasta el puente de San José.
    Aquí un enlace que explica el proyecto:
    https://www.uv.es/arteweb/ARS%20LONGA_22/SANCHEZ_red.pdf
    «La zona en la que iba a desarrollarse esta avenida arrancaba de los terrenos derribados del extinto convento de San Agustín, del que solo se mantenía su iglesia, y habría de terminar en el puente de San José, lo que suponía cruzar en línea rectagran parte del centro histórico, en el lado oestede la ciudad.»

    Además la calle Exarchs es una calle histórica como la calle Caballeros, los edificios que estaban enfrente de la casa de tu tía son los palacios góticos de la familia Exarchs, afincados en el edificio desde el siglo XIII.

    Gracias por este texto y esta reflexión.

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